Democracia, derechos humanos y medio ambiente.
Los derechos humanos, la democracia y la protección del medio ambiente están intrínsecamente relacionados. El daño ambiental viola los derechos humanos cuando afecta la capacidad de un individuo o una comunidad para disfrutar o ejercer sus derechos fundamentales, incluido el recientemente reconocido derecho humano a un medio ambiente limpio, saludable y sostenible.
Por lo general, cuando un Estado ejerce fuerte protección a los derechos humanos, los mecanismos de protección ambiental son igualmente más sólidos. Un Estado que proteja los derechos civiles y políticos, incluidos procesos democráticos sólidos, tenga buen acceso a la justicia y medios de comunicación libres e independientes, a menudo abordará mejor los problemas ambientales.
Los derechos humanos pueden ayudar a identificar posibles injusticias y atender a las personas que probablemente se verán afectadas en temas ambientales, a través de procesos democráticos. Un enfoque basado en derechos permite a las comunidades participar activamente en cualquier proceso de toma de decisiones que pueda afectarlas, obteniendo su consentimiento libre, previo, informado y gratuito.
Un enfoque basado en derechos también incorpora los conceptos de no discriminación y equidad, fundamentales para el desarrollo sostenible, que pueden ayudar a garantizar resultados justos para las personas y las comunidades que se vean afectadas por el cambio ambiental.
En América Latina se han iniciado más de cuarenta y nueve casos legales ambientales durante los últimos cinco años. Algunos de estos tratan sobre el cambio climático, mientras que otros se ocupan de problemas ambientales asociados, como la minería, el “fracking” y la contaminación. Ahora bien, presentar un litigio internacional conlleva importantes riesgos personales, siendo la región más peligrosa para los defensores del medio ambiente y los derechos humanos, por ser fuente de materias primas esenciales, incluido el litio para las baterías.
Las cuestiones sobre democracia rara vez surgen en los debates sobre cambio climático. Sin embargo, mientras que pocos países de cualquier línea política han logrado la excelencia climática, el modelo autoritario muestra un historial abismal de violaciones ambientales. La comunidad internacional debe hacer esfuerzos significativos para encontrar formas de generar programas de rendición de cuentas, transparencia y otros procesos democráticos para promover los objetivos climáticos.
La democracia prospera en condiciones que respetan los derechos humanos, las libertades fundamentales y el derecho ambiental. En dichos contextos, las mujeres y los hombres tienen los mismos derechos y todos están libres de discriminación. Los valores de la libertad, el respeto de los derechos humanos y el principio de la celebración de elecciones periódicas y legítimas por sufragio universal son elementos esenciales. A su vez, la democracia proporciona un entorno para proteger y hacer efectivos los derechos humanos de manera sinérgica. En este sentido, el Consejo de Derechos Humanos adoptó la resolución sobre “Derechos humanos, democracia y Estado de derecho” que, entre otros, reafirma que la democracia y el racismo son incompatibles.
La creciente diversidad étnica, generada en parte por la inmigración, ha generado reacciones populistas y ha exacerbado la polarización política en todo el mundo. Si bien cierta polarización es saludable para las democracias, los opositores políticos actuales justifican los abusos de las normas democráticas bajo una intensa polarización, alentando el uso de cualquier medio necesario para obtener o recuperar el poder. Se explotan cuestiones de diversidad cultural para ganar poder, lo que lleva a restricciones discriminatorias, representación desigual de las minorías étnicas y el abuso de la discriminación positiva, afectando por ende la democracia.
Muchas democracias mantienen constituciones, sistemas electorales y otras instituciones democráticas bien establecidas que, aunque respetadas, pueden no ser suficientes para los desafíos que enfrentan las democracias contemporáneas debido a la globalización, la migración masiva, los medios tecnológicos y la comunicación en redes sociales.
La democratización, como proceso de transición política de un tipo de régimen a otro, fue concebida como inherente a la libertad individual ya la autodeterminación colectiva. Sin embargo, las profundas crisis económicas y culturales están alimentando el resurgimiento del populismo, las formas autoritarias de gobierno y la creciente polarización de las sociedades. La denominada “Modernidad Líquida” se refleja en el desplazamiento territorial, las identidades borrosas y las economías en crisis, todo lo cual se ve actualmente agravado por renovados conflictos, el cambio climático y las migraciones forzadas y masivas.
Tanto la democracia liberal como los derechos humanos están demostrando ser vulnerables a estos cambios. Las desigualdades cada vez más profundas, ahora exacerbadas por la pandemia de COVID-19, comprometen la visión del cosmopolitismo progresista y la implementación de los derechos humanos.
Además, el descontento por la corrupción sistémica es uno de los principales impulsores de las protestas y el descontento político a nivel mundial. Una democracia robusta se correlaciona con la reducción de la corrupción, y el accionar de métodos anticorrupción, como una mayor rendición de cuentas y transparencia.
Los líderes populistas prosperan en el contexto de creciente desconfianza y desafección, aprovechando de manera efectiva los temores y frustraciones de la gente para legitimar sus políticas iliberales y autoritarias, con frecuencia desde el interior de democracias consolidadas. Los regímenes de este tipo suelen abogar por un rechazo al multilateralismo y una visión étnica, en lugar de cívica, de la nación para recuperar un falso sentido de orden y estabilidad en nombre del "pueblo".
La supuesta “invasión” de migrantes y refugiados se usa como una situación emergencia en los discursos populistas para justificar el incumplimiento de las normas internacionales de derechos humanos. Desde tal perspectiva, las diferencias culturales y de identidad se representan cada vez más como una amenaza que afecta directamente a la democracia al ejercer discriminación.
En este sentido, la diversidad cultural y el derecho individual general a participar en la vida cultural continúan siendo conceptos volátiles, con poco reconocimiento positivo de los derechos de las culturas minoritarias como derechos colectivos vinculantes a nivel nacional e internacional
En resumen, los derechos humanos, parecen estar en riesgo en un contexto de retroceso democrático. Para enfrentar el deterioro actual de la democracia y los derechos humanos, debemos repensar las instituciones y garantizar la participación de toda la población, sin discriminación alguna.
La sociedad civil, los defensores de los derechos humanos y del medio ambiente, así como los periodistas independientes son cruciales para rescatar y proteger la democracia y los derechos humanos. Las expresiones cívicas participativas e inclusivas son esenciales para construir y mantener sociedades democráticas en la que los gobiernos rindan cuentas por posibles violaciones a los derechos humanos y el medio ambiente.
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